Juana de Arco (1431)
Juana de Arco nació en una familia humilde, en un pequeño pueblo de Francia. No sabía escribir ni leer, pero eso no le impidió convertirse en una gran devota del Padre Celestial y de la Virgen María.
Cada sábado Juana iba al campo a recoger bonitas flores para llevar al altar de Nuestra Señora. Se confesaba y comulgaba una vez al mes y su gran deseo era llegar a la santidad y no cometer ningún pecado. Gracias a su bondad consiguió ser una niña querida en todo el pueblo.
Esta época era difícil para todos los franceses. Era el año 1429 y en ese período transcurría la Guerra de los Cien Años, que enfrentó al delfín Carlos, primogénito de Carlos VI de Francia, con Enrique VI de Inglaterra por el trono galo.
A sus trece años Juana confesó que había escuchado la llamada de Dios, y que había visto a San Miguel, Santa Catalina y a Santa Margarita y que le dijeron: “Tú debes salvar a la nación y al rey”.
Al principio, no dijo nada, porque sabía que nadie la creería. Al final, las voces insistieron por lo que la Juana de Arco comenzó a hablarlo con su familia y sus vecinos. El tío de esta la llevo a junto Baudricourt, el comandante del ejército del pueblo vecino, pero este no le hizo caso. Sin embargo, ella le dijo que un batallón iba a sufrir una derrota y regresó a su casa.
Meses después Juana volvió a junto del mismo comandante, Baudricourt, y le dijo: "Mi Señor, a quien pertenece el reino de Francia, me ha ordenado que llegue hasta el Delfín para que lo haga consagrar y ser rey, a despecho de sus enemigos." y este, al ver que se cumpliera lo que ella le había dicho meses antes, la envío con unos escoltas para que se reuniese con el rey. Este no creía lo que se rumoreaba sobre Juana de Arco, por lo que se disfrazó de aldeano y colocó en el trono a un falso rey. Ella guiada por las voces, una vez que llego al palacio, no se dirigió a la persona que se hallaba sentada en el trono, sino al verdadero rey.
Cada sábado Juana iba al campo a recoger bonitas flores para llevar al altar de Nuestra Señora. Se confesaba y comulgaba una vez al mes y su gran deseo era llegar a la santidad y no cometer ningún pecado. Gracias a su bondad consiguió ser una niña querida en todo el pueblo.
Esta época era difícil para todos los franceses. Era el año 1429 y en ese período transcurría la Guerra de los Cien Años, que enfrentó al delfín Carlos, primogénito de Carlos VI de Francia, con Enrique VI de Inglaterra por el trono galo.
A sus trece años Juana confesó que había escuchado la llamada de Dios, y que había visto a San Miguel, Santa Catalina y a Santa Margarita y que le dijeron: “Tú debes salvar a la nación y al rey”.
Al principio, no dijo nada, porque sabía que nadie la creería. Al final, las voces insistieron por lo que la Juana de Arco comenzó a hablarlo con su familia y sus vecinos. El tío de esta la llevo a junto Baudricourt, el comandante del ejército del pueblo vecino, pero este no le hizo caso. Sin embargo, ella le dijo que un batallón iba a sufrir una derrota y regresó a su casa.
Meses después Juana volvió a junto del mismo comandante, Baudricourt, y le dijo: "Mi Señor, a quien pertenece el reino de Francia, me ha ordenado que llegue hasta el Delfín para que lo haga consagrar y ser rey, a despecho de sus enemigos." y este, al ver que se cumpliera lo que ella le había dicho meses antes, la envío con unos escoltas para que se reuniese con el rey. Este no creía lo que se rumoreaba sobre Juana de Arco, por lo que se disfrazó de aldeano y colocó en el trono a un falso rey. Ella guiada por las voces, una vez que llego al palacio, no se dirigió a la persona que se hallaba sentada en el trono, sino al verdadero rey.
Juana le explico al rey que tenía la misión divina de salvar Francia. Por lo que, el rey le concedió la oportunidad de guiar un numeroso ejército. Con este ejército Juana pone rumbo hacia Orleáns para terminar con el asedio que esta ciudad sufría. Sorprendentemente, Juana consiguió la victoria en Orleáns, pero no consideraron que fuera una victoria decisiva para ganar la guerra y coronar al Delfín. Por lo que con su ejército, tuvo que dirigirse a Patay, lugar donde se encontraba Talbot, uno de los comandantes más destacados de Inglaterra. Después de este triunfo, el rey se dirige a Remis para ser coronado en la catedral de Francia, el 17 de julio de 1429.
Su misión se había completado. Francia estaba a salvo y el rey fue coronado. Así que, Juana de Arco dejo de oír las voces y solicito permiso para volver a casa con su familia. Sin embargo, Juana había producido un fervor popular, era querida por todos y nadie quería que abandonase su puesto. El rey ya no la apoyaba porque era aconsejado por consejeros que la envidiaban, por lo que las misiones en las que se encomendó tuvieron resultados desastrosos. Así fue, en Compiègne donde sin nadie saberlo Juana realizaría su última misión.
Concretamente, el 24 de mayo de 1430 cuando los borgoñeses capturaron a Juana en plena lucha y se la entregaron a los ingleses. Se dice que el rey hizo todo lo posible por ayudarla, pero es un hecho dudoso, porque eso solo entorpecía el final de la guerra.
Juana de Arco fue acusada de herejía y brujería por los ingleses, ante un tribunal eclesiástico en Ruán. Todo por lo que había destacado y por lo que sus hazañas habían sido favorables para Francia ahora se ponían en su contra. Este tribunal atribuyó las voces que Juana oía en su cabeza a la voz del demonio. También, cuestionaron su vestimenta masculina, su posición en el campo de batalla y sus alucinaciones; durante un tiempo fue interrogada con el fin de encontrar alguna prueba que demostrara que ella era una hechicera.
Los ingleses estaban, especialmente, interesados en desprestigiar la leyenda que corría de Juana de Arco por sus tierras, ya que sembraba desconfianza en el ejército inglés. Su estrategia era conseguir que se asociara a Juana con el diablo, y que todo lo que la hizo grande no era un fin divino sino maligno.
Los peores años de la vida de Juana de Arco se dice que fueron en la cárcel de los ingleses ya que la humillaban y la insultaban a todas horas. Ella misma exclamó: “Esta cárcel ha sido para mí un martirio tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo". Ni en estos momentos se rindió. Ella seguía rezando con fe y proclama que lo que había hecho era la voluntad de Dios.
Su misión se había completado. Francia estaba a salvo y el rey fue coronado. Así que, Juana de Arco dejo de oír las voces y solicito permiso para volver a casa con su familia. Sin embargo, Juana había producido un fervor popular, era querida por todos y nadie quería que abandonase su puesto. El rey ya no la apoyaba porque era aconsejado por consejeros que la envidiaban, por lo que las misiones en las que se encomendó tuvieron resultados desastrosos. Así fue, en Compiègne donde sin nadie saberlo Juana realizaría su última misión.
Concretamente, el 24 de mayo de 1430 cuando los borgoñeses capturaron a Juana en plena lucha y se la entregaron a los ingleses. Se dice que el rey hizo todo lo posible por ayudarla, pero es un hecho dudoso, porque eso solo entorpecía el final de la guerra.
Juana de Arco fue acusada de herejía y brujería por los ingleses, ante un tribunal eclesiástico en Ruán. Todo por lo que había destacado y por lo que sus hazañas habían sido favorables para Francia ahora se ponían en su contra. Este tribunal atribuyó las voces que Juana oía en su cabeza a la voz del demonio. También, cuestionaron su vestimenta masculina, su posición en el campo de batalla y sus alucinaciones; durante un tiempo fue interrogada con el fin de encontrar alguna prueba que demostrara que ella era una hechicera.
Los ingleses estaban, especialmente, interesados en desprestigiar la leyenda que corría de Juana de Arco por sus tierras, ya que sembraba desconfianza en el ejército inglés. Su estrategia era conseguir que se asociara a Juana con el diablo, y que todo lo que la hizo grande no era un fin divino sino maligno.
Los peores años de la vida de Juana de Arco se dice que fueron en la cárcel de los ingleses ya que la humillaban y la insultaban a todas horas. Ella misma exclamó: “Esta cárcel ha sido para mí un martirio tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo". Ni en estos momentos se rindió. Ella seguía rezando con fe y proclama que lo que había hecho era la voluntad de Dios.
Tras tres meses, que fue lo que duró el proceso inquisitorial por el que Juana de Arco tuvo que pasar, fue declarada culpable y a pesar de defender siempre su inocencia. Ella misma terminó retractándose en sus hechos, lo que permitió que lo que en principio era una pena de muerte fuera, al final, una cadena perpetua.
Sin embargo, días después volvió a afirmar que las voces que ella oía eran de origen divino, por lo que se le castigó a la pena más dura que en aquel tiempo existía: ser quemada viva.
Sin embargo, días después volvió a afirmar que las voces que ella oía eran de origen divino, por lo que se le castigó a la pena más dura que en aquel tiempo existía: ser quemada viva.
Se dice que hasta el verdugo estaba en desacuerdo con la hoguera que construyeron para la sentencia de muerte de Juana de Arco, ya que estaba hecha con el fin de conseguir una muerte lenta y dolorosa. A la hora de su muerte, las últimas palabras de Juana de Arco se cree que fueron: “Jesús, Jesús…” Sus cenizas fueron esparcidas por el río Sena.
Juana de Arco murió con tan solo diecinueve años el 30 de mayo de 1431. Las victoriosas batallas llevadas a cabo por esta joven significaron el fin de la dominación inglesa en Francia.
Después de dos décadas, Carlos VII al poseer de nuevo la ciudad de Ruán mandó que se revisara el caso de Juana de Arco y fue declarada inocente, ya que se reconoció que su final había sido injusto. En 1909 Juana de Arco fue beatificada y canonizada en 1920 por el Papa Benedicto XV. Año en el que también fue proclamada patrona de Francia y se recuerda como la heroína nacional que unificó al pueblo francés.Hoy en día, Juana de Arco se conoce como la Doncella de Orleáns y es la Patrona de Francia. El día de su celebración es el mismo día de su muerte, el 30 de mayo de cada año.
Juana de Arco murió con tan solo diecinueve años el 30 de mayo de 1431. Las victoriosas batallas llevadas a cabo por esta joven significaron el fin de la dominación inglesa en Francia.
Después de dos décadas, Carlos VII al poseer de nuevo la ciudad de Ruán mandó que se revisara el caso de Juana de Arco y fue declarada inocente, ya que se reconoció que su final había sido injusto. En 1909 Juana de Arco fue beatificada y canonizada en 1920 por el Papa Benedicto XV. Año en el que también fue proclamada patrona de Francia y se recuerda como la heroína nacional que unificó al pueblo francés.Hoy en día, Juana de Arco se conoce como la Doncella de Orleáns y es la Patrona de Francia. El día de su celebración es el mismo día de su muerte, el 30 de mayo de cada año.